CARTA ABIERTA A
LA CONCEJALA DE RÉGIMEN INTERIOR.
UNA HISTORIA TRISTE Y REAL
Buenos días Sra. Ranera.
Soy W.Wallace y me propongo narrar una
pequeña, pero épica historia que sucedió recientemente en sus
dominios, en la tierra que vuestra merced domina desde hace años y
que no es suya, sino de todos los que la habitamos, pero cuyo vulgo
os debe obediencia según esta establecido en las leyes humanas, que
no son las mías.
Perenezco a un linaje casi extinto de
gentes que tienen como código de conducta la honradez y el trabajo,
que son libres de obra y pensamiento, que consideran un contrato
firmado un apretón de manos y que no traicionan la palabra dada, en
fin, gente de otra época.
Adelanto que esta, no es una historia
bonita con final feliz, es una historia de traición y dolor, de
injusticia, de mentiras. Quien no tenga sus manos y conciencia
limpias, le recomiendo que no siga leyendo.
Como corresponde a un guerrero, no me
dejo llevar facilmente por los sentimientos ya que ello le hace a uno
vulnerable. Soy amante del entrenamiento duro, el estudio del
oponente, lecturas de estrategia y novelas de caballería. No
obstante, los hechos acaecidos ultimamente en esta, varias veces
milenaria Caesaraugusta nuestra, me han tocado algo profundo, muy
abajo, más aún de donde se digiere el alimento, por eso, disculpe
que narre los hechos vivídos por nos, bajo su poder en los términos
que mi humilde conocimiento y mi ira contenida, me permitan tal vez
escribir con acierto.
Aquella era una batalla fácil en
principio, al menos no más dura que otras similares, así se nos
dijo, tanto por parte de amigos como de enemigos, con aprobar con
nota el primer examen que sería dificil y los puntos del concurso
debía ser suficiente.
Mal se os tiene que dar, nos decían
unos y otros. Ya habeis demostrado bastante en todos estos años,
quienes iban más lejos, algunos incluso jefes directos y
responsables, confiados en el buen hacer de la empresa al plantear la
batalla.
Pero... ¿Que pasa? ¿Como ha sido?-
Uno ha caído, y otro, y otro, y otro, y así hasta casi 50 de 65
combatientes.
La batalla fue cruenta, todavía
recuerdo la boca seca por los nervios, el no haber comido apenas nada
desde hacía 72 horas, el dolor de brazos por blandir mi espada, las
agujetas por noches en vela y tensión repasando aquellos
conocimientos teóricos que habían servido en otras muchas guerras
similares, pero no, esta no, no era una batalla justa, no fue una
guerra justa, respetada Sra.
No por no haber vencido, sino por
el terrible dolor inflijido sin sentido alguno y en el peor momento.
Así, uno tras otro, fueron cayendo
victimas de la barbarie y del fuego enemigo, compañeros y amigos, al
fin, tras la batalla, silencio, siempre silencio.
Salí del examen, con la misma rabia
ciega que en otros casos similares (por desgracia son muchos años
viendo cosas parecidas que le hacen a uno fuerte ante la adversidad),
sin saber muy bien que decir ni que hacer, desconcertado, como otros.
-Pero ¿Si ya estábamos dentro?
¿Porqué?- Me decía uno.
Era lo que más se escuchaba entre
lamentos y gemidos de dolor, juro que si en ese momento hubiese
tenido delante un solo culpable de aquello, hubiese tenido muchos
problemas para llegar por su pie al hospital que estaba a escasos
pies de distancia de allí. Pero no, como toda traición había sido
mascullada en silencio, con alevosía, con maldad suprema, buscando
hacer el mayor daño posible entre nuestras filas, con la exquisita
perversidad de quienes bajo el amparo de la solidaridad y la defensa
de los trabajadores defienden las más bajas y mezquinas
motivaciones, de quienes no obran bajo mayor principio que el de si
mismos y su codicia.
Después de aquellos minutos de duda y
estupor, unos pocos conseguimos sacar fuerzas para comenzar a
curarnos las heridas y hablar de lo sucedido en una cafetería
cercana al Auditorio, al comentar con ellos, salieron cosas que no
voy a narrarle de momento, pero estaba claro, alguien de los
nuestros, nos había traicionado, le había dado al enemigo a cambio
de unas monedas la información que le hizo con la victoria en la
batalla, el panorama era desolador, brazos y piernas amputadas,
rostros ensangrentados, le aseguro que una persona refinada y culta
como vuestra merced no hubiese permanecido allí sin conmoverse,
incluso un guerrero como yo, tuve que abandonar prematuramente el
lugar para poder repasar en calma lo sucedido y estudiar
detenidamente lo ocurrido ese día.
Nos convocamos a otras reuniones
posteriores, esta vez con la coraza de la sociedad actual y una vez
ordenadas algunas ideas, pero con las heridas aún en carne viva y,
¿Que es lo que pude observar?, rostros abatidos de gente, a la que
le habían traicionado de una forma tan íntima que todavía no eran
conscientes de ello.
Allí estaba C, M, P, R, X y muchos
más, varias decenas de guerreros y amazonas curtidos como yo en años
de entrenamiento y lucha a los que no se les podía dar un final así,
nunca, jamás debió ser así.
-!No puede ser! Tu también, y tu! No,
pues vaya.-
Nos la han jugado a muchos, hemos caido
a manos de la peor de las artimañas, la de los tuyos, la del hijo
que asesina a su madre, la del padre que vende a su familia, la de la
dueña del "mayor valor del Ayto." contra su gente, esa
gente que lleva años soportando dimes y diretes, pagos de academias,
amenazas de despido colectivo, bulos, miserias, carroñeros
dispuestos a forrarse, infames caraduras que no tienen bastante con
nada, etc.
Mientras, durante todo ese tiempo,
trabajaban en silencio, abnegados, estudiando, preparándose, siendo
trasladados, cambiados de turno sin rechistar, en los trabajos donde
otros con más poder o estabilidad no querían ir, en fin, por una
promesa de futuro, un futuro que ahora se les niega de golpe, fin de
trayecto.
¿Cual era su pecado? ¿Cual ha sido el
error fatal de mis pobres compañeros caidos en combate?
La respuesta después de hondas
reflexiones es:
Ninguno, no es falta de preparación o
relajo como insinuan algunos desde sus poltronas, tampoco ha sido la
falta de espiritu de lucha o afiliación a esta o aquella bandera,
todos los que veo a mi alrededor, me hacen darme cuenta que no han
fallado en nada por su parte y eso es lo que más duele, estudiaron
hasta que se les irritaron los ojos, hasta el mismo día del examen,
no se les puede culpar más que de una cosa, la confianza.
Hemos confiado en las palabras de
muchos, incluída vuesa merced, cuando nos decían, prepararos,
estudiar, teneis puntos, en la última aprobaron todos interinos,
nadie os regalará nada, pero vosotros estais preparados. Pues no,
los datos no engañan, nunca hubiesemos podido preparar algo así,
sencillamente porque no se podía esperar fue una pura loteria, o tal
vez peor...
Los carroñeros han hecho su agosto y
descansan en islas paradisíacas en las antípodas y otros lugares
extraños disfrutando de su traición, algún buitre de paso también
se miseria en la carroña de los vencidos, pero los pocos que quedan
en pie, incluso los del bando ganador, reconocen a hurtadillas y con
el miedo que damos los vencidos y desesperados, el hecho de la
desigualdad de la lucha, de los espionajes y filtraciones, de la mala
fe y el uso de armas prohibidas en el combate limpio, y cuentan y
dicen, y la verdad aflora, poco a poco, pero aflora.
Pero, después de algo más de dos
semanas de conocer los funestos resultados de la batalla, ocurrieron
algunas cosas que nos díeron, sino esperanza que ya la tenemos
perdida, si fuerza para seguir en el más activo de los combates, el
que se lucha contra quien ha traicionado las reglas, el que se libra
con la desesperación de crear una herida terrible que haga
estremecerse los cimientos de esta injusta y desagradecida tierra de
hijos de Caín.
Un día, paseaba absorto en mis
pensamientos, preparando el próximo combate, tratando de olvidar el
anterior como siempre hago, repasando los errores cometidos e
identificando amigos y enemigos, y uno a uno, nos fueron mostrando su
apoyo y consuelo aquellos que antes fueron rivales, reconociendo la
tropelía cometida con nosotros, posteriormente una congregación
vestida de rojo y negro, defensora de causas perdidas, se cruzó en
nuestro camino, nos manifestaron su apoyo, decían dar cobijo a todo
aquel que tuviese algún lamento en el corazón o en el estómago.
Otros se van sumando a esta causa y así, rojos, verdes, azules y
morados, todos dándose cuenta de la gravedad de la situación y de
la irreparable pérdida a la que se enfrenta su feudo, todos van poco
a poco reconociendo nuestro valor y entrega, nuestro sacrificio en
balde, nuestras ilusiones rotas en pedazos.
Al final, nada más noble que ir con la
verdad por bandera y luchar con honor ya que solo aquellos alcanzarán
la gloria aún después de vencidos y mientras otros disfrutarán de
una victoria vergonzosa y de unos bienes que nunca merecieron y
deberán agachar su testa al paso de cualquier noble en su camino
porque deberán todo, incluida su propia y mancillada conciencia.
Le anticipo que esta nueva guerra no
será corta, pero si cruenta ya que quien no tiene nada que perder,
se puede permitir la licencia de desgastarse hasta el límite de la
propia existencia, ya hemos muerto una vez Sra. Ranera, ahora toca
dar el golpe final, comienza la campaña.
Tal vez, podía haberse evitado toda
esta sangre derramada, tal vez se hubieran podido hacer las cosas
mejor, tal vez se hubiese podido hablar con jefaturas de los
servicios afectados para conocer mejor y no cometer injusticia, tal
vez podrían ustedes los poderosos rodearse de personas con menos
intereses y más vocación de servicio, tal vez, tal vez... Pero el
daño esta hecho y es irreparable, ¿O no? Eso no me corresponde a
mi.
Siento si la he incomodado con mis
letras y vocablos y le pido me excuse por mi pobre castellano, pero
los funcionarios del grupo C2 solo necesitamos conocer las cuatro
reglas básicas para aprobar una oposición y algunos no las
conocemos bien del todo.
En cambio, tras muchos años de espada
y combate cuerpo a cuerpo, un día conocí del verdadero poder de la
pluma y el mazo del juez que, en su caso, haría bien en valorar.
Le saluda atentamente.
WILLIAM WALLACE
Su seguro servidor hasta el momento de mi cese y después un simple contribuyente, un guerrero sin amo y una pluma mercenaria.
El infierno esta lleno de personas que insisten en que sólo hacen su trabajo
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