TRENES PERDIDOS.
Hay
millones de reflexiones sobre los trenes que pasan y perdemos, la mayoría manifiesta
que los perdemos por que no es el tren que deberíamos coger…
Yo
perdí uno en 2007; en ese momento arrastraba una maleta muy pesada que por unas
décimas impidió que pudiese subirme a él. Me quede con mi carga diciendo adiós y
completamente pérdida. Pero siempre surge luz en la completa oscuridad, una
persona apostó por mí y por alguno más, pero soy de las que tienen memoria histórica
y ha llegado el momento de agradecer la postura que Dña. Mª José Piñeiro tomó
para que continuásemos en nuestro puesto de trabajo, he de manifestar que a mí
me ayudo, incluso en el plano personal, siempre tuvo unas palabras de apoyo, un
continúa, no tires la toalla, todo cambiará, y si que cambió, pero a peor…, no
entraré en lo correcto o no que fue su salida de nuestro servicio, pero nunca
hemos vuelto a tener a nadie que apueste por su buen funcionamiento, de esos
polvos vienen estos lodos.
A pesar
de mi edad continuo teniendo una ingenuidad absurda, estaba convencida que este
proceso sería como el que yo perdí. Nada que ver, en ese momento interesaba que
los interinos se quedasen, en este interesaba que nos fuésemos como perros
apaleados, con la cabeza gacha y la sensación de ser unos vagos y unos ineptos,
se nos ha echado al ruedo sin protección alguna, hemos sido pelotas
arrojadizas, de la concejala a Begoña Pérez, a los sindicatos, a la crisis, a
las órdenes de Madrid, a la opinión pública.
Es
mucho más sencillo, reducción de gastos a costa de los más débiles, un jefe de
servicio que nos considera “un marrón”, y por lo tanto no movió un dedo y unos
sindicatos que nos habían vendido mucho antes de lo que podemos imaginar.
Me juré
que esta vez no soltaría ni una lágrima por suspender y no lo he hecho, pero me
he hinchado de llorar por la injusticia, las traiciones, el ninguneo y la
prepotencia con la que hemos sido tratados, cuando hemos tenido la suerte de
ser escuchados.
Me
vuelvo a encontrar en un andén vacío, con un vagón que no sé donde partirá,
nada acaba, la lucha puede que comience ahora, soy de la generación de puño en
alto y la única fe en los desarrapados como yo, de los que piensan que es mejor
morir de pie que vivir de rodillas. No me resigno a que mi hijo me vea como una mujer
débil incapaz de luchar por lo justo, se lo debo y si es cierto que los ausentes
nos ven, se lo debo también a él, por el camino recorrido con otros como
nosotros que soñaban con una sociedad libre, igualitaria y justa.
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